La Ilusión de la Perfección: Cuando la Sociedad Olvida a la Naturaleza
No nos detenemos a pensar que la naturaleza tiene un límite, que su paciencia se agota y que cada daño que le hacemos nos lo devuelve con creces.

Lunes 17, marzo 2025, por Ahudelis Vásquez
Santo Domingo, R.D – Santo Domingo, R.D – Vivimos en una era donde lo perfecto vende, donde todo lo que nos rodea debe cumplir con un estándar impuesto por una sociedad obsesionada con lo estético y lo inmediato. Buscamos la fruta más grande, la verdura más brillante y la casa más lujosa, sin detenernos a pensar en el costo real de esa perfección artificial. Nos han enseñado a valorar más la apariencia que la esencia, más el tamaño que el contenido, más lo inmediato que lo sostenible.
El consumismo ha moldeado nuestras decisiones sin que nos demos cuenta. Caminamos por un supermercado y descartamos un tomate por una pequeña imperfección en su piel, sin saber que ese mismo tomate puede ser más natural y saludable que el que brilla como una joya de exhibición. Al ver un gusano en una lechuga, lo rechazamos con asco, sin pensar que su presencia puede ser una señal de que ese vegetal no ha sido envenenado con pesticidas. Hemos desconectado nuestra vida de la naturaleza al punto de creer que lo artificial es mejor que lo natural.
Pero la ironía más grande ocurre cuando la naturaleza nos sacude y nos recuerda quién tiene el verdadero poder. Cuando llega un huracán, un terremoto o una sequía devastadora, nos llenamos de oraciones y súplicas para que todo termine pronto. En esos momentos, entendemos el valor del agua limpia, del aire puro y de la tierra fértil. Nos damos cuenta de que dependemos del planeta para sobrevivir, pero cuando la tormenta pasa, volvemos a lo mismo: desperdiciar, contaminar y exigir una vida que ignora el equilibrio natural.
Antes, las personas valoraban lo esencial. Se comía lo que daba la tierra, se cuidaba el agua, y el respeto por la naturaleza era parte de la vida. Hoy, en nuestra sociedad líquida, donde todo es desechable y fugaz, hemos cambiado ese respeto por una mentalidad de consumo sin límites. No nos detenemos a pensar que la naturaleza tiene un límite, que su paciencia se agota y que cada daño que le hacemos nos lo devuelve con creces.
La pregunta es: ¿Cuándo aprenderemos? ¿Esperaremos a que no quede más agua para cuidarla? ¿A que los suelos sean estériles para valorar la agricultura? ¿A que respirar se vuelva un lujo para dejar de contaminar? Estamos a tiempo de cambiar, pero el tiempo no espera. La naturaleza nos ha hablado muchas veces. Es nuestra decisión escucharla o seguir viviendo en esta ilusión de perfección que, en el fondo, nos está destruyendo.