La Naturaleza Nos Habla Pero Hemos Olvidado Escuchar

Jueves 6, feb 2025. Por Ahudelis Vásquez
Santo Domingo, R.D – El mundo no siempre fue así. Hubo un tiempo en que el aire era un susurro limpio entre los árboles y los ríos eran espejos de un cielo inmaculado. Las estrellas pintaban la noche sin la interferencia de luces artificiales, y cada especie cumplía su papel en el equilibrio sagrado de la existencia. Pero un día, los humanos decidimos que la naturaleza era un recurso y no un hogar. Desde entonces, hemos cortado, explotado y envenenado sin detenernos a escuchar los lamentos de la tierra.
Cada especie que desaparece es una palabra que borramos del lenguaje de la vida. Cada bosque que talamos es una página arrancada del libro de la historia natural. Cada río que contaminamos es una herida que no cicatriza. La biodiversidad no es un lujo; es la arquitectura invisible que sostiene nuestra propia existencia. Y, sin embargo, la destruimos con la arrogancia de quienes creen que la naturaleza nos pertenece.
La contaminación lumínica es otro de nuestros crímenes silenciosos. Creemos que la modernidad se mide en la cantidad de luces que encendemos, pero en realidad es un velo que nos separa del universo. Las aves migratorias pierden su rumbo, las tortugas recién nacidas son arrastradas hacia la muerte en lugar de hacia el mar, y hasta nuestro propio sueño se ve afectado por la invasión de un brillo artificial que nunca se apaga. Nos hemos desconectado tanto del mundo natural que ni siquiera nos damos cuenta de que el cielo estrellado también era parte de nuestro patrimonio.
Pero la solución no es inalcanzable. Las civilizaciones antiguas entendían lo que nosotros hemos olvidado: que la tierra no nos pertenece, sino que nosotros pertenecemos a ella. Los mayas construían ciudades en armonía con la selva, los pueblos indígenas de América han practicado la reforestación durante siglos, y en Asia se han cultivado arrozales con métodos que enriquecen el suelo en lugar de agotarlo.
No es tarde para escuchar nuevamente. Podemos restaurar lo que hemos destruido, aprender a vivir con menos desperdicio, reducir el consumo irracional y devolverle al planeta el respeto que le arrebatamos. La naturaleza nos habla en cada ola, en cada hoja que cae, en cada ráfaga de viento. Pero si seguimos ignorando su voz, llegará el día en que nos responda con un silencio irreversible.